martes, 28 de junio de 2011

Pequeños sueños hechos realidad

En mi post anterior hablaba de ciclos que empiezan y terminan. Dentro de esos ciclos o de la propia vida, existen los sueños. Algunos se alcanzan y otros se meten en el baúl de los sueños por cumplir.

1. Ruido de sirenas.
2. La imagen nocturna se vuelve color naranja por la incidencia de las luces de una ambulancia.
3. Comienzan las prisas, la concentración no puede faltar en un momento como este...

Podría ser el guión de una serie de acción pero no lo es. Se trata de algo que siempre quise hacer y nunca conseguí. ¿Nunca? bueno, tengo que aprender a quitar esa palabra de mi mente. Vale que no hubo sangre, que no hubo carreras, pero logré hacer la noticia que siempre quise hacer: salir de patrulla nocturna.

Poco después de las nueve de la noche ya estábamos preparados, el equipo de protección civil formado por Isaac, Christian y Luís, eran los encargados de velar por la seguridad de todos los que de una forma u otra participarían en la celebración del día de San Juan. Lo tenían todo muy pensado, sabían dónde estaban las hogueras más peligrosas o las que incumplían alguna normativa. Siempre de buena manera, de forma respetuosa se acercaban a las personas que disfrutaban de la noche de fiesta para recordar que debían mantenerse alejados y que no debían tirar objetos inflamables o susceptibles de provocar males mayores.

Esa noche aprendí que algunos padres en ocasiones tienen demasiada confianza en sus hijos. Parece que no tenían en cuenta que muchas veces los niños buscan inconscientemente el peligro. Ver a cuatro o cinco chiquillos pegados al fuego, lanzando lo primero que pillaban y con el peligro de que una chispa les saltara encima, o peor, que un clavo ardiendo saliera disparado hacia ellos, ese fue, en mi opinión, el momento más peligroso de la noche.

Valoro mucho este tipo de trabajos o de voluntariados porque hacen una labor que no se aprecia como se debe, salvo cuando se vive de primera mano con ellos. Por suerte no hubo heridos en la noche de San Juan en Puerto del Rosario, no tuvieron que intervenir más allá de llamar al orden a los que no se comportaban como debían. Fueron unas tres horas en las que nos hicieron sentir que formábamos parte de su equipo, explicándonos paso a paso todos sus movimientos, sus estrategias para solucionar los problemas que podían surgir.

Y qué mejor premio que terminar esa noche viendo los fuegos artificiales en la hoguera más grande de Puerto del Rosario, en la que, por supuesto, y con ayuda de la Policía Local y la Policía Nacional, fueron los encargados de controlar que el cordón de seguridad estuviese lo suficientemente alejado del fuego.

Mi felicitación para ellos y mi agradecimiento a mi compañero Jesús, porque después de cuatro años y cuando parece que ya ha comenzado la cuenta atrás, podré cerrar capítulo con la guinda del pastel.


lunes, 20 de junio de 2011

Crónica de una muerte anunciada

Cuando digo que todo lo que empieza acaba, no estoy descubriendo la pólvora. La vida está compuesta de ciclos que, como es lógico, tienen su inicio y su final. Lo complicado es controlar los tiempos, saber cuándo y cómo debe finalizar algo.

El problema de los ciclos es todo lo que sucede el tiempo que dura cada uno de ellos. Como decía aquel famoso anuncio de televisión, nacen, crecen, se reproducen y mueren. Si activo el pensamiento optimista podría decir que he tenido la fortuna de vivir uno de esos ciclos, aunque si el pesimismo hablara por mi, diría que he tenido la desgracia de vivirlo. Intentaremos quedarnos con lo positivo, aunque no sé si durará mucho tiempo.

Los inicios son ilusionantes, el aprendizaje ocupa todo el tiempo, conoces personas diferentes, sorprendentes, estrambóticas o algunas que sin darte cuenta, te acompañarán hasta el final del ciclo. Nadie dijo que tuvieran que ser sencillos, todo lo contrario, en ocasiones si se soportan las primeros contratiempos, la cosa promete. Y así ocurre.

Poco a poco te acomodas, aquello que antaño te sorprendía empieza a convertirse en monotonía, en un "déjà vu" en el que la única opción que nos queda es mantener la mente fresca y tratar de ver lo que no viste la vez anterior. Algo así como una segunda oportunidad para perfeccionar lo que en su día ya creíste perfecto.

Pero la cosa sigue, y se repite... y se repite, como si los días y las horas no avanzaran,...y vuelve a repetirse.  La ilusión y la comodidad se transforman en desgana con pequeños destellos de esperanza, cada vez más lejanos y difusos. No quieres escuchar ni un solo pero a nada de lo que digas, aunque en el fondo siempre te hacen sentir que lo que dices no vale nada. Y puede ser, pero al final, el que está aquí, el que vive las situaciones y las experiencias eres tu, y no otros a los que en muchas ocasiones no has visto ni la cara.

Y ahí, cuando tanta gente ha pasado y se ha marchado, cuando has conocido a tantos en muchas situaciones diferentes. Cuando eres tu, el que quiere terminar el ciclo y ves que todo aquello por lo que luchaste se desmorona te planteas cuál es la mejor forma de seguir adelante. Morir matando o huír de la situación como un cobarde, como si de los primeros movimientos antes de un gran terremoto se tratara.

No me apetece esconderme debajo de una mesa y salvar toda esta situación. Tengo ganas de abandonar, de buscar cosas que realmente me vuelvan a llenar, como en los inicios de un ciclo que fue duro pero reconfortante y que en la actualidad me da de todo menos sentimientos y sensaciones positivas. Siento que todo aquello por lo que luché, se está muriendo, lo están matando y no hay forma de recuperarlo.

viernes, 3 de junio de 2011

Maldito "romanticismo"

Desde hace unos días la cabeza no para de darme vueltas. Ideas que me provocan desasosiego, que hacen que me plantee muchas cosas. Tal vez estoy en uno de esos momentos que suelo calificar como "románticos", y no porque tengan que ver con cuestiones del amor, todo lo contrario. Digamos que se trata de momentos filosóficos, de esos que al final sientes que te llevan a ninguna parte. Lo único que consiguen es dejarte fuera de circulación y así es como vivo de una temporada a esta parte, en una carretera secundaria sin rumbo fijo.

Fuerteventura es una isla que se presta a sumirte en ese romanticismo particular en momentos puntuales. No sabría decir si es la luz, las llanuras infinitas o las historias que día a día encuentro en mi camino. Por suerte, esto último es lo único que me hace recordar por qué estoy aquí, y me vuelve a dar fuerzas para aguantar un tiempo más. Pero ese tiempo de prolongación es cada vez menor y el marcador se ajusta más cada día.

Mi último pequeño respiro me lo dio una noticia que consiguió quitarme el sueño. Y no por la dificultad o por las expectativas que hubiese podido crear en los demás. Confiaba en mí y en mis posibilidades, y lo sigo haciendo, aunque esa confianza esté cada día más minada, atacada por la carcoma más voraz.

Por una tarde conocí cómo se vivía en el lugar más recóndito de la isla hace casi cuarenta años. Un sitio, al que comenzaban a llegar los primeros turistas, con sus cámaras de foto y vídeo, para dejar constancia de ese pequeño paraíso aún por explotar. Hoy, cuarenta años después, el cemento se ha apoderado de un lugar que todavía guarda parte de esa magia, sobretodo en la memoria de unos pocos y en el esfuerzo de otros tantos, que intentan recuperar todo ese material perdido en gavetas olvidadas.

El resultado diría que es muy aceptable. Me emocionó gracias a esos testimonios que tuvimos la suerte de conseguir, a las historias que Guillermo nos contó y las ubicaciones que nos enseñó, pero también gracias a Jesús, que pensó en mí porque sabe que con esto me da la vida, al menos durante un tiempo. Y no me olvido de Eduardo, gracias a él, puedo subir el vídeo y disfrutarlo siempre que quiera.

Nunca un minuto y catorce segundos me parecieron tan cortos.