domingo, 1 de mayo de 2011

Cuatro años...

Estos días han sido muy especiales para mi. Se cumplen cuatro años desde que empecé mi vida en Fuerteventura. Cuatro años desde que, de un día para otro, cogí mis cosas y casi sin pensar, me mudé a una isla en la que sólo había estado dos veces en mi vida.

Recuerdos, pocos, tan sólo algunos destellos de una casa en la que la casualidad ha hecho que vuelva a estar y que se ha convertido en mi hogar casi treinta años después. Y un molino, en el que me hice una foto con mi familia. Sólo con esas pistas volví a una tierra de la que sólo sabía lo que se veía por la televisión, playas infinitas y un paisaje desértico.

No es la primera vez que en alguno de mis posts digo que son muchas las historias que vivimos las personas que nos dedicamos al periodismo. Pero si tuviera que escoger una me quedo con la visita de la Reina Doña Sofía a la isla y la suelta de tortugas que hizo en la playa de Cofete.



Durante esos días era la coordinadora de la Delegación y por un cúmulo de circunstancias que no vienen al caso, nos vimos en la obligación de organizar "a nuestra manera" una visita que obligaría a tener a todos los equipos en la calle, sacar adelante el informativo insular, hacer directos desde distintos puntos de Fuerteventura y conseguir estar en dos lugares lejanos y completamente opuestos en el mapa: la isla de Lobos y la playa de Cofete.

Hasta varias horas antes, nada estaba claro, pero la responsabilidad hizo que el equipo al completo, sin olvidar a nadie, sacara las fuerzas y el coraje que no sabíamos que teníamos y trabajáramos como auténticos jabatos para culminar el trabajo con éxito.

Mi cometido fue ir a Cofete. A unas dos horas de distancia de Puerto del Rosario, de las que cuarenta minutos son por caminos de tierra. El destino, una imagen que recomiendo a todos los que visitan la isla.




En esa playa, la Reina Doña Sofía haría la suelta de tortugas. Allí, sin cobertura, era como si hubiéramos desaparecido, nadie tenía noticias nuestras. En ese lugar, descubrimos que las acreditaciones se habían perdido entre tanta burocracia, la cámara comenzaba a fallar, y la seguridad de Casa Real, preocupada de hacer su trabajo, no nos dejaba mover en un espacio superior a un metro cuadrado, hasta que no nos tuvieran completamente identificados.




Finalmente, ese compañerismo del que puedo presumir surgió y pudimos disponer de las imágenes que había grabado uno de los compañeros. Llegaron los momentos de tensión, vuelta a toda velocidad por esos caminos de tierra hasta recuperar la cobertura y en un espacio de tiempo no superior a una hora, escribir una noticia, editarla y preparar un directo para el informativo.




Carreras, prisas y nervios que culminaron con un trabajo bien hecho por toda la Delegación. Un trabajo del que a día de hoy nadie ha dicho nada. Es triste pensar que, como dicen los ingleses "no news, good news", y tengamos que interpretar que ese silencio es positivo.




Me quedo con la sensación que tuve al final del día, esa vez fue la primera que sentí que lo que hacía era de verdad y es, precisamente esa sensación, la que viene a mi cabeza esos días en los que me pregunto por qué sigo en esta isla cuatro años después, por qué intenté salir de ella y algo me hizo regresar. Aún estoy por descubrir qué fue, porque estoy segura, que algo bueno guarda en su interior. Espero poder encontrarlo...muy pronto.



1 comentario:

  1. Pues sí que es positivismo!!! Logras sacar el lado mas bonito de lo que sería,para todos,un día negro de trabajo!!!
    A veces no logramos "saber" cual es el punto de unión aunque pasen años,pero sentimos que lo hay!!!

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